Habían pasado 2 meses desde la batalla Mercury era el rey de Rhye todo iba perfecto, había descubierto que era una isla donde los caballos que lo habían ayudado en la batalla con alas, corrían libremente, y las abejas no tenían aguijón, y todos cantaban, los cachorros caminaban con ciervos y había ríos, siete para ser exactos, estaban hechos de vino tinto y nunca dejaban de fluir, los dragones que custodiaban Rhye volaban libremente entre los ciudadanos, como si fueran aves. Mercury era el rey de las hadas guiaba los aires y veía la solución a cualquier problema cuando otros no lo hacían, siempre acertaba y nunca hacía el mal a nadie, pero la felicidad no podía durar mucho, claro, tan solo con cinco meses de reinado pacífico llegaron de nuevo esas criaturas que se dedicaban solo a destruir todo lo que se encontraban a su paso, se llamaban ferópiles, eran criaturas que se alimentaban de la guerra y su único objetivo era pelear y destruir, para la desgracia de Mercury, los ferópiles atacaron su reino, querían acabar con su magia y destruir el reino tan tranquilo que había logrado, agriaron toda la leche, los ferópiles llegaron y mataron a muchas hadas, solo por diversión, hasta que tras una semana de guerra lograron matar a un dragón y meterse en el castillo de Mercury, quemaron el castillo, pero Mercury logró escapar por la puerta de atrás mientras los ferópiles quemaban el castillo por dentro, Mercury escapó con la ayuda de un elfo que le mostró el camino, este le dijo que su maestro lo encontraría afuera, los demás habitantes del castillo estarían en ese momento saliendo por un escondite subterráneo, Mercury salió, sabía que tenía que huir y se preguntaba porque en ese reino la felicidad era tan escasa, agradeció al elfo hijo del cielo y caminó a donde se encontraría con su maestro, pero antes de partir miró una vez más el ahora devastado reino con los mares secos, sin arena, que ahora era tierra seca y gris, alguien se había llevado el color y habían roto el anillo mágico, pobre Mercury estaba avergonzado de su reino, los ferópiles habían cambiado los mares y los vientos los erraron, pobre Mercury!, sin poder huir de su propia responsabilidad y con la obligación de esconderse para regresar algún día a vencer a los ferópiles, así Mercury se fue, en busca de su maestro, sin saber como pudo permitir que esas monstruosas criaturas se apoderaran de su hermoso reino que tanto amaba...